Consultora plantea que el desafío es robustecer la red para nuevas catástrofes sin que ello signifique mayores costos.
Destacan resiliencia del sistema eléctrico, pero advierten áreas de vacío
No hay duda que el sistema eléctrico chileno ha respondido muy bien a los eventos catastróficos de los últimos años.
Ahora que a los temporales, terremotos, tsunamis y aluviones, se sumó la emergencia de los incendios más destructivos de la historia, la consultora Systep, ligada al académico Hugh Rudnick, trajo a colación el debate en torno a la necesidad de seguir robusteciendo la red eléctrica versus la disposición a asumir el mayor costo asociado.
“Considerando los incendios forestales y los desastres naturales de los últimos años, se hace relevante la discusión del grado de resiliencia de nuestro sistema eléctrico en su conjunto”, plantea Systep en su reporte mensual.
Añaden que esto implica tener la capacidad de tolerar una perturbación, de manera tal de continuar entregando energía a un precio accesible a los consumidores. Lo anterior, además, implica la capacidad de recuperarse rápidamente.
En este sentido, la consultora plantea que lo desarrollado hasta ahora ha dado resultados, ya que los estrictos códigos de construcción y otros criterios aplicados a la operación, han permitido amortiguar el impacto de estos episodios.
Mencionan que este despliegue, que también se refleja en los ejercicios de planificación del sistema, ha estado radicado en la generación y la transmisión, que son dos de los tres niveles en los que éste opera, razón por la que plantean que sería importante profundizar la resiliencia llevándola también al nivel de distribución y, con ello, hasta los clientes residenciales.
Este punto es importante ya que el 60% del consumo eléctrico del país corresponde a clientes regulados, es decir, aquellos que se abastecen por redes de baja tensión a través de las distribuidoras.
“Estudiar el impacto que estos eventos catastróficos tienen en la generación y transmisión es necesario, pero no suficiente, para determinar u optimizar la resiliencia del sistema en su totalidad, puesto que en el análisis también debe incluirse el segmento de distribución”, aseguran.
Systep manifiesta que si bien es entendible que una mejora conjunta de las redes de transmisión y distribución no sea factible de realizar en su totalidad, dada la división regulatoria de ambos segmentos y la complejidad metodológica e informática asociada, al menos debieran considerarse interacciones entre estos segmentos que permitan maximizar la resiliencia.
Lo anterior implicaría, por ejemplo, la construcción de líneas adicionales o la utilización de materiales de calidad superior para la construcción de esas instalaciones, así como la operación del sistema con márgenes superiores de reserva.
Aquí vuelven al dilema de la disposición para absorber un aumento considerable de los costos de inversión y operación a cambio de una mejor preparación frente a un evento catastrófico de una magnitud desconocida.