SEÑOR DIRECTOR
La Superintendencia de Electricidad y Combustibles (SEC) informó que en el último año se produjo un aumento de 34% en las horas sin electricidad que enfrentamos los chilenos, pasando de 5,13 horas a 6,86. El origen de este aumento está en interrupciones de suministro en los segmentos de distribución y transmisión, principalmente por razones climáticas. El Superintendente destaca que en Chile estamos en horas sin suministro, mientras en los países de la OCDE están midiendo esto en minutos.
¿Cómo conversa esto con el desafío que se planteó el país de limitar esto a una hora máxima al 2050 (Energía 2050 – Política Energética de Chile, 2017)? La pregunta central es cuán dispuestos estamos a pagar más por el suministro eléctrico, aumentando las inversiones en calidad de servicio, haciendo más exigente nuestra normativa, y necesariamente aumentando las tarifas al consumidor final. Una solución evidente para reducir las interrupciones en Santiago es la subterranización de redes, pero implica aumentos importantes en las inversiones (entre tres y seis veces el costo de una línea aérea).
¿Qué nivel de precios estamos dispuestos a pagar por los servicios básicos? Esta es una decisión esencialmente política y gubernamental, que se vincula a la visión del nivel de prosperidad social. Está asociada a las decisiones que los gobiernos toman en cuanto a exigencias normativas, como calidad de servicio. En ese contexto, el objetivo definido para el 2050 es arbitrario, y más bien define un deseo y un objetivo político.
Felizmente, los desarrollos tecnológicos como el almacenamiento, acercan soluciones que implicarán mejoras notables en la calidad del suministro eléctrico, aunque hoy no sean una solución económica.
Hugh Rudnick